Desde los albores de sus orígenes históricos, las ciencias sociales se han servido del lenguaje de las “estructuras” para describir la realidad social y las limitaciones de la agencia individual. Como señalan Brenneman y Miller (2016) disciplinas tan variadas como la economía, la antropología o la sociología han empleado profusamente conceptos tales como “estructuras económicas”, “superestructuras”, “inercia estructural”, “violencia estructural” para describir modos de organización social, siendo incluso capaces de introducirles en el lenguaje cotidiano. Con todo, raramente estas ciencias han invocado esta terminología para referirse a su sentido más primigenio y elemental, a saber, el de las estructuras físicas.

El presente artículo tiene por propósito reconsiderar el papel y la influencia de los edificios religiosos, en la configuración de la experiencia religiosa de quienes viven su espiritualidad en un espacio físico determinado. Asimismo, se presenta una exploración de la medida en que las estructuras físicas, en tanto componentes no-humanos del orden social, despliegan una cierta agencia cuyas consecuencias son manifiestas en la transformación de las tendencias macro-sociales del panorama religioso de un país. La Teoría del Actor Red de Bruno Latour y la Teoría del Ritual-Interacción de Randal Collins son las principales coordenadas teóricas de esta propuesta.

Autor: Ignacio Eduardo Cid Pozo     Correo electrónico: iecidpuc@gmail.com