Enfrentado a la mantención de un termo solar instalado en el techo de su casa, M, de 80 años, observa los arreglos y conversa con los técnicos afirmado desde el último peldaño de una escalera. Una vez terminada la labor, le consultamos:
– I: Y qué tal, ¿le gustó el trabajo?
– M: ¡Sí, sí! Son entretenidas estas cosas, mija. Son… ¡mire… usted sabe que el saber no ocupa lugar, como se dice. Y es una cosa que vio, que un panel, mire, que esto, que el otro, que, en fin, y hay una cosa que usted no sabía poh, ¡no tiene por qué saberla, tampoco! Hasta que pasan, tiene la oportunidad de… de tener acceso a conocer… ¡un poco conocimiento de estas cosas, como funcionan!
A partir de un trabajo etnográfico desarrollado en Villa La Reina, en Santiago, esta ponencia plantea un debate sobre la relevancia que la articulación entre conocimientos científicos y saberes cotidianos tienen para la producción de conocimientos comunes que mejoran la calidad de vida de sus habitantes.
Asimismo, se discute si la etnografía colaborativa aporta a la producción de estos conocimientos comunes. ¿Qué es verdaderamente una etnografía colaborativa? ¿Estamos colaborando con las habitantes? ¿Aportamos a la producción de conocimientos comunes?
Autor: Carlos Lange Valdés – María Inés Figueroa Gómez (Instituto de la Vivienda, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, U. de Chile)
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