Las políticas neoliberales han tenido efectos particularmente nocivos en los barrios de bajos ingresos, ya que han sufrido un aumento de la delincuencia y la violencia interpersonal, lo que provocaría el declive de la cohesión vecinal, la acción colectiva y el apego por los lugares (Wacquant, 2010). Los hallazgos de esta investigación, basada en un caso etnográfico en Nueva La Habana, apuntan a que, pese a la proliferación del narcotráfico y la violencia, los pobladores tienen un apego al lugar (Low y Altman, 1992) y reivindican una solución habitacional allí debido a que las prácticas de cuidado y reciprocidad cotidiana que desarrollan con sus vecinos siguen siendo fundamentales para su reproducción social. Asimismo, estas lógicas de reciprocidad también son la base para movilizar el apoyo de pobladores ante situaciones de violencia interpersonal, formando parte de una economía moral de la violencia (Karandinos, Kain, Montero y Bourgois, 2014) que sirve como un mecanismo de control social informal del crimen. Lo interesante es que esta economía moral no implica únicamente un carácter autodestructivo, sino que también resulta útil para desplegar un repertorio de acción colectiva beligerante que les resulta útil para protestar ante al Estado y conformar un sentido de identidad y comunidad (Auyero, 2002; 2014).

Autor: Lucaz González Espinoza (Universidad de Santiago de Chile)  Correo electrónico: Lucazge@hotmail.com