Desde hace más de dos décadas se han venido realizando investigaciones en torno a la medicina tradicional andina. El autor de esta ponencia participó hace 25 años en la re-instalación del parto andino con talleres y revalorización del manteo en la Región de Tarapacá (Álvarez 2002) generándose organizaciones de herbolarios andinos o qulliris en Camiña, y Colchane.
Con la llegada del PESPI en el año 2000, se comenzaron a formalizar ciertas terapias ancestrales que tenían los fitoterapeutas y extender el servicio de salud pública a las zonas más aisladas. Sin embargo, las organizaciones autónomas de qulliris desaparecieron. La expansión de las creencias pentecostales, contrarias a la práctica ritual-terapéutica andina hizo mella en la práctica curativa ancestral.
Para nuestra sorpresa desde hace siete años, se viene generando un movimiento de autorreconocimiento del valor de ser agente de la medicina andina, formándose grupos de fitoterapeutas andinos en Arica, Iquique y Calama. Sin bien ellos, trabajan al alero del PESPI, sus acciones van más allá del espacio que el servicio de salud les da, y atienden en sus residencias o en los domicilios de los pacientes.
Un acontecimiento inesperado, vino a poner mayor relevancia social y cultural el quehacer de los Qulliris o médicos andinos- la Pandemia del COVID-19-, que vino a desmantelar el aparato de atención en salud primaria de nuestro país. Ante el pavor de contagiarse, muchos andinos y no andinos, comenzaron a consultar a los qulliris y a revalorizar remedios preventivos y curativos.
Autor: Juan Álvarez Ticuna Correo electrónico: intikuna@gmail.com